La mayoría de nosotros intentamos cuidar nuestra salud, pero ¿nos preocupamos por nuestras emociones?

Para poder hablar de emociones, primero tendremos las tendremos que definir.

Las emociones son procesos psicológicos útiles para el ser humano, puesto que ayudan a que este se adapte a su entorno de forma eficaz.

Estas se generan por la valoración cognitiva que hacemos de una situación, es decir, como interpretamos esa situación.

Se puede distinguir entre emociones primarias y emociones secundarias. Las emociones primarias serían aquellas que se dan en todo el mundo del mismo modo: el miedo, la ira, la tristeza, el asco, la felicidad y la sorpresa. Por su parte las secundarias, son aquellas cuya respuesta varía de un individuo a otro: la ansiedad, la hostilidad, el amor, el cariño… estas emociones no las expresamos igual, si no que dependiendo de la persona, la  expresará de una forma o de otra.

Las emociones se pueden educar, y con ello se logra la prevención de conflictos interpersonales, baja autoestima, sentimiento de falta de valía personal, entre otras.

Emociones

Una buena inteligencia emocional capacita a las personas para afrontar de forma más adaptativa las situaciones conflictivas o estresantes.

Una persona emocionalmente competente se caracteriza por:

  •          Ser capaz de reconocer y expresar emociones
  •          Ser capaz de percibir las propias emociones y las de los demás
  •          Ser capaz de regular sus emociones
  •          Ser capaz de establecer relaciones satisfactorias con otras personas

Según Goleman (1996), las personas emocionalmente inteligentes:

  •         Saben qué emociones experimentan y por qué.
  •         Perciben los vínculos entre sus sentimientos y lo que piensan, hacen y dicen.
  •         Son reflexivas y se muestran seguras de sí mismas.
  •         Controlan su impulsividad y las emociones perturbadoras.
  •         Piensan con claridad y no pierden el control cuando son sometidas a presión.
  •         Son socialmente equilibradas y comprenden los sentimientos y las preocupaciones de los demás, así como su perspectiva.

Por tanto cuando trabajamos la educación emocional ayudamos a que las personas consiguan todo esto. Hay que tener en cuenta que  esto se consigue poco a poco. La educación emocional es un proceso de aprendizaje, entrenamiento y desarrollo continuo y permanente. Y sus objetivos son (Steiner, 2013):

  1. Adquirir un mejor conocimiento de las propias emociones
  2. Identificar las emociones de los demás
  3. Denominar las emociones correctamente
  4. Desarrollar la habilidad para regular las propias emociones
  5. Subir el umbral de tolerancia a la frustración
  6. Prevenir los efectos nocivos de las emociones negativas
  7. Desarrollar la habilidad para generar emociones positivas
  8. Desarrollar la habilidad de automotivarse
  9. Adoptar una actitud positiva ante la vida
  10. Aprender a fluir

Preocuparnos por nuestra salud incluye también preocuparnos por nuestra salud emocional. ¡Cuídala!