Imagina que vas caminando por la calle. Son las 3 de la mañana y vas por una calle poco iluminada tú sol@ volviendo a casa. No es una situación que te de miedo, ya que la zona donde vives no es peligrosa, pero vas atento a cualquier movimiento o sonido que puedas percibir.
De repente delante de ti ves moverse una sombra muy rápido. Tu respiración se acelera, tu corazón empieza a latir más rápido, tus músculos se tensan, sientes calor y en tu cabeza aparece una señal de alarma que te está diciendo que un peligro puede estar cerca. Avanzas un paso más y ves que esa sombra era la de un gato que pasaba por allí. Al darte cuenta, respiras con alivio y tu cuerpo se relaja.
Acabas de vivir una reacción de ansiedad.
Ante una señal de peligro tu cuerpo se ha preparado para luchar o huir. Esta señal que ha aparecido en tu cerebro ha alertado a tu Sistema Nervioso Autónomo para que se ponga en marcha. Todo nuestro cuerpo es capaz de movilizar energía para reaccionar en muy poco tiempo.
Cuando te has dado cuenta de que no había ningún peligro, tu cuerpo también lo ha notado y se ha encargado de refrenar la activación que antes ha provocado. Todo de forma automática y sin que nos demos apenas cuenta.
Esta reacción es exactamente la misma que tenían nuestros antepasados primitivos a la hora de enfrentarse a un peligro, así que se puede decir que la reacción de ansiedad es una respuesta innata y ha sido esta respuesta la que nos ha permitido sobrevivir a lo largo de la historia, preparándonos de forma eficaz para enfrentarnos a cualquier situación peligrosa.
Una situación peligrosa para nosotros no solo es tener que enfrentarte o escapar de un asaltante nocturno, también se activa esta reacción cuando se crea una situación de peligro mientras vamos conduciendo, cuando hablamos en público, tenemos que enfrentarnos a una entrevista de trabajo, tenemos una competición importante o un examen o tenemos que dar un concierto delante de un público numeroso.
En todas estas circunstancias la activación de nuestro organismo es una aliada: hace que hablemos mejor, corramos más o pensemos más rápido.
Pero a veces, esta reacción innata de nuestro cuerpo se puede convertir en nuestra peor enemiga: cuando aparece ante situaciones que no son peligrosas (o la posibilidad de peligro es muy escasa) como viajar en avión o subir en ascensor; o cuando ante una situación especial dónde la persona necesita actuar de una forma determinada cómo hacer una audición o tener una entrevista de trabajo no puede hacerlo bien debido a la gran cantidad de ansiedad que siente.
En estos casos, cuando la ansiedad que se siente no es normal para la situación en la que estamos o es demasiado alta, podemos hablar de trastorno de ansiedad.
Un trastorno de ansiedad que se da bastante a menudo es el pánico-agorafobia.
Aproximadamente un 20% de la población ha sufrido un ataque de pánico a lo largo de su vida.
Un ataque de pánico es la aparición súbita de una gran cantidad de ansiedad. Cuando aparece, se teme que ocurran desgracias cómo tener un ataque al corazón, volverse loco, perder el control, ahogarse o desmayarse.
La persona puede notar en ese momento: taquicardia, dolor, pinchazos o tensión en el pecho, sensación de ahogo y cambios en el ritmo respiratorio, visión borrosa, mareos, calor, tensión muscular entre muchos otros.
Cuando tienes un ataque de pánico aislado no tienes un trastorno psicológico, sin embargo, si después de esta experiencia los ataques de pánico se empiezan a dar con cierta frecuencia o hay un miedo claro o persistente a tenerlos, entonces sí que podemos hablar de trastorno de pánico.
Cuando se da un trastorno de pánico, la persona puede empezar a evitar ir a sitios o situaciones donde puede ser difícil obtener ayuda o escapar si se tiene una crisis. En este momento el trastorno de pánico también se da con agorafobia.
Por tanto, la agorafobia no es lo que se cree comúnmente como el miedo a estar en sitios abiertos, sino miedo a tener una crisis o ataque de pánico en un lugar donde escapar o pedir ayuda puede ser difícil o embarazoso.
La ansiedad es una emoción que todos sentimos, y que muchas veces no sabemos gestionar. La prueba está en cuando debido a la ansiedad comemos más, bebemos más alcohol o tomamos fármacos para evitar sentirla. Esto nos hace sentir mejor a corto plazo, pero a largo plazo puede ocasionar problemas como los comentados anteriormente.
Si tienes dudas y crees que la ansiedad que sientes te está causando dificultades, consulta a un psicólogo, te enseñará a gestionarla de forma eficaz para que deje de causarte molestias. Si tienes un trastorno de ansiedad, con un tratamiento psicológico podrás superarlo.