María ha empezado a trabajar de recepcionista en un hotel. Siempre ha sido algo tímida y la perspectiva de tener que hablar con tanta gente le asustaba. Los primeros días lo pasó mal, se ponía roja y le costaba mantener la mirada. Pero algo fue sucediendo poco a poco. Es como si se hubiera adaptado a la situación. Unas semanas después de empezar, se siente cómoda, tranquila, es más, parece disfrutar con el contacto social.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que a María ya no le asuste estar en la recepción y hasta se sienta cómoda y le guste su nuevo trabajo? ¿Ha superado sus miedos?
Sí, María se ha enfrentado a la situación una y otra vez y al final se ha dado cuenta de que su trabajo es agradable y que no tiene ningún peligro, por lo que no tiene por qué estar asustada. Además su mente también lo ha entendido y ya no se pone nerviosa antes de ir a trabajar, ya no se le acelera el pulso, ni siente calor y las otras sensaciones de la ansiedad.
María ha superado sus miedos a través de lo que se conoce como el principio de exposición: cuando afrontamos una situación, sea la que sea, que nos produce miedo, el malestar acaba desapareciendo. Nos habituamos a ella y el miedo se extingue.
Esto se produce porque para nuestro organismo y nuestra supervivencia la ansiedad extrema o cualquier otra emoción intensa que produzca un desequilibrio en nuestro organismo nos hace desperdiciar mucha energía. Esta energía malgastada, sobre todo si no hay un peligro real, está mal vista por los mecanismos de nuestro cuerpo que se encargan de preservar la especie. Lo podríamos comparar cuando encendemos el motor del coche y aceleramos en punto muerto. Se estaría gastando energía que no contribuiría a nada práctico.
Así pues, nuestro organismo es experto en adaptarse. Cualquier situación nueva a la que nos enfrentamos provoca reacciones de alarma en nuestro cuerpo pero rápidamente nos adaptamos para volver a un equilibrio de gasto energético y no desperdiciar nuestros recursos. Por ejemplo: cuando nos metemos en una piscina fría nuestro cuerpo se adapta, en un entorno ruidoso nuestro cuerpo se adapta, y si hace mucho calor nuestro cuerpo, también se adapta.
El principio de exposición es tan potente y usual que ocurre igual en las emociones positivas. Desafortunadamente para nuestro disfrute personal, cuando una situación tiene la capacidad de provocarnos emociones agradables, positivas o placenteras y nos exponemos una y otra vez a ellas, la intensidad de las emociones agradables se va reduciendo. El más delicioso de los manjares o la puesta de sol más espectacular va reduciendo su impacto a medida que repetimos la experiencia, ya que a nuestro organismo no le gusta desequilibrarse.
Esto parece muy fácil, pero supongo que estaréis pensando, si pero ¿cómo me enfrento a algo que me da mucho miedo de verdad? cuando estoy en esa situación, me bloqueo y tengo un malestar tan alto que no puedo reaccionar de otra forma que no sea escapando de esa situación o haciendo todo lo posible para evitarla.
Cuando ocurre esto y es realmente un problema para nuestro día a día es el momento de acudir a un profesional de la psicología y ponerse manos a la obra para solucionar nuestro problema, el principio de exposición será el mismo, pero se trabajará de una forma más profunda y con la supervisión de un profesional, ya que si intentamos afrontar nuestros miedos «a lo loco», lo que puede pasar es que no lo sepamos controlar y acabemos perjudicándonos más de lo que nos ayuda. Con un psicólogo entenderás tu problema y aprenderás poco a poco a enfrentarte a él, sin que tu malestar llegue nunca a descontrolarse.
Así que si es tu caso y quieres solucionar el problema no dudes en ponerte en contacto con un profesional que pueda ayudarte y DEJA DE VIVIR CON MIEDO.